En estos momentos, estamos siendo testigos de demasiados cambios en nuestra manera de vivir y de relacionarnos con todo lo que nos rodea. Este proceso de transformación era previo al Covid-19 pero esta crisis sanitaria ha dejado al desnudo muchas cosas: nuestra vulnerabilidad, la fortaleza de muchos para enfrentarse a la adversidad, nuestra capacidad para adaptarnos al cambio y también, el aprendizaje de trabajar y vivir las relaciones sociales de una forma diferente.
Uno de los acontecimientos más destacados de esta situación ha sido la irrupción sin precedentes de las TIC (Tecnologías de la información y la comunicación) como la principal vía de gestionar datos y de relacionarnos con los demás. No nos vamos a engañar, a las personas los cambios nos gustan más bien poco y, a veces, hace falta una crisis para poder poner en marcha cosas a las que tememos o a las que no nos apetece enfrentarnos. Creo que de alguna manera, la tecnología y los avances en inteligencia artificial, provocan en muchos algunos miedos e incertidumbre sobre cuál va a ser el papel de los humanos en el futuro.
Quizá nuestra imaginación se puede ir a escenarios como los que el animador Charlie Stewart nos describe en su historia «While you were sleeping» en la que cuenta como dos asistentes de inteligencia artificial (al estilo de Siri o Alexa) conversan entre ellos en ausencia de sus humanos.
Por otra parte, voces como la de Grady Booch, Ingeniero de Software de IBM, nos plantean un futuro mucho más prometedor de la mano de la inteligencia artificial como comenta en su charla Ted «Don´t fear superintelligent AI» en la que nos regala frases como ésta:
Los cambios tecnológicos traen consigo algunos temores pero al final son parte de nuestra vida personal y profesional. Estos cambios, no siempre se llevan a cabo de manera voluntaria y esto lo vemos rápido echando un vistazo a nuestra situación actual. Muchas empresas se han visto obligadas a poner en marcha el teletrabajo y, con él un importante despliegue tecnológico, por las medidas decretadas por el estado de alarma en España a raíz de la crisis del coronavirus.
¿Cuál era la situación del teletrabajo en España y Europa previa al Covid-19?
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En febrero del 2019, Infojobs realizó un estudio en el que mediante una encuesta a una muestra de 2.865 personas, concluyó que en España, solo el 19% de la población activa disfrutaba de esta modalidad de trabajo. De ese porcentaje, la mayoría, el 58% de los casos sólo se permitía en ocasiones puntuales y no estaba instaurado como algo regular. Por otra parte, el 21% podía teletrabajar 3 o más días a la semana, el 11% tenía permitido un día de teletrabajo a la semana y el 10% podía disfrutar de dos días.
¿Y cuál era la situación en Europa? Según los datos de la Fundación Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y Trabajo (Eurofound), aunque bastantes trabajadores teletrabajan ocasionalmente, la proporción de los que lo hacían de forma permanente no alcanzaba, salvo en Dinamarca y Países Bajos, el 15%.Como vemos en el gráfico, los países que salían mejor parados eran Dinamarca,Suecia y Países Bajos pero parecía que en Europa, el trabajo a distancia era también una asignatura pendiente.
¿Qué pasará con el teletrabajo cuando todo esto termine?
Cuando el teletrabajo entró en las vidas de tantas personas desde el pasado mes de marzo pensé: «¡genial!, esto nos va a servir para poner en marcha algo que llevábamos dilatando demasiado tiempo». Sin embargo, mi temor es que al no haberse dado las condiciones idóneas en muchos casos para su implantación, puede que esta modalidad de trabajo alimente los argumentos de sus detractores y que, cuando todo vuelva a la normalidad, sigamos siendo un país de trabajo mayoritariamente presencial.
Mi deseo en todo esto es que cuando esta situación termine, las empresas se planteen al menos un modelo mixto: poder trabajar algunos días desde casa y, al mismo tiempo, poder disponer de un espacio físico donde el equipo pueda reunirse ocasionalmente. Sería ideal que las empresas pudieran dar esta alternativa a sus empleados como parte de su salario emocional. Esto no excluiría la posibilidad de tener empleados que teletrabajasen exclusivamente, lo que en muchas ocasiones supondría una gran ventaja para ambas partes. Sin embargo, la mayoría de las personas prefiere combinar ambas formas de trabajo cuando tiene elección.
¿Qué estilo de liderazgo necesitamos para afrontar los retos futuros?
En este escenario en el que las máquinas cada vez van ganando más terreno, se necesita más que nunca un estilo de gestión de personas humanizado, en el que la inteligencia emocional tome cada vez más relevancia. Creo que la responsabilidad de las empresas y sobre todo de sus líderes, es contribuir a la transformación de sus equipos para que las personas sean capaces de crecer personal y profesionalmente, contribuir con su trabajo al desarrollo de la organización y generar un impacto en su entorno social inmediato y remoto.
Para mí el primer paso indispensable para que un líder haga justicia a su rol, es el de tener la valentía suficiente para cuestionarse a sí mismo, mirar hacia dentro, ser capaz de aumentar su nivel de autoconocimiento y emprender el camino del cambio para corregir todo aquello que pueda tener un impacto negativo en su gestión de personas. Con mis clientes de Coaching ejecutivo, esto es lo primero que trabajamos porque creo que cuando no tienes tu casa limpia y ordenada, es muy difícil ponerte a organizar la del vecino. Para liderar hacia fuera, primero tienes que liderar hacia dentro. Y solo entonces tendrás la capacidad de poder ponerte al servicio de los demás y poder impactar de alguna manera en sus vidas. ¿Creéis que ahora mismo hay alguna máquina capaz de poder hacer esto?
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