Mi especialización en esta área como psicoterapeuta tiene su origen en que yo misma viví en primera persona la ansiedad y los ataques de pánico.
Ocurrió hace más de veinte años cuando vivía en Londres. Era una etapa en la que dormía muy poco, me alimentaba mal y sufría estrés en el trabajo. Un día, de manera repentina, empecé a experimentar los terribles síntomas de un ataque de pánico: sudoración fría, mareo, sensación de pérdida de control, aumento del ritmo cardíaco… Lo primero que pensé es que estaba a punto de sufrir un infarto. Afortunadamente, los síntomas desaparecieron en unos minutos. Solo las personas que han sufrido un ataque de pánico pueden entender con precisión lo reales que son los síntomas.
Por aquel entonces, yo estaba recién licenciada en Psicología y aunque conocía muy bien la teoría, cuando lo experimenté en persona, jamás pensé que esas sensaciones tan reales podrían tener su origen en mi mente.
Pero no terminó todo ahí; unos días después, mientras estaba en el cine, mi ansiedad se materializó en agorafobia y tuve la urgencia de salir corriendo de la sala. Acudí inmediatamente al hospital donde tras hacerme un chequeo y ver que todo esta bien, me hicieron una pregunta: ¿estás sometida a mucha presión últimamente?
No me hicieron un diagnostico preciso pero para mí esta pregunta fue suficiente para entender lo que me pasaba. A partir de entonces, entendí que tenía que hacer un cambio en mi estilo de vida y acoger todas las estrategias a mi alcance para mantener a raya mi ansiedad.
Desde entonces, no he vuelto a tener un ataque de pánico y convivo con la ansiedad de una manera saludable y totalmente adaptativa. ¡Sí, es posible!
Esta experiencia personal me llevó a estudiar a fondo este problema, a especializarme en las terapias y disciplinas que mejores resultados tienen en el tratamiento de la ansiedad. Soy testigo de que aunque la ansiedad es tremendamente desagradable, incómoda y limitante; existen excelentes estrategias para ayudar a quienes la sufren a vivir mejor.