El éxito y el «Efecto Pigmalión»

Ayer mientras veía el último programa emitido de “Viajando con Chester” de las pasadas Navidades, me acordé del “Efecto Pigmalión” y del enorme impacto que éste puede tener en nuestras vidas. Me encanta el programa pero como no pude verlo en su día lo grabé, y fue ayer cuando me senté delante del televisor a ver cómo Risto Mejide se enfrentaba en su Chester a una de esas personas extraordinarias que, partiendo con claras desventajas o dificultades, consiguen sus propósitos y hacer de su vida un espacio lleno de éxitos y satisfacciones. Eso me transmitió el rapero y actor Juan Manuel Montilla, “El Langui” (actualmente le podemos ver actuando en la serie «El Chiringuito de Pepe»), a través de su sonrisa y de la naturalidad con la que contaba su historia.

Entrevista de Risto Mejide al «Langui» en Viajando con Chester

Fue antes de que cumpliera un año cuando sus padres empezaron a notar que el niño no sostenía la cabeza en un momento en el que ya tenía que permanecer erguido por sí mismo y eso hizo saltar la alarma. Tras realizarle pruebas médicas detectaron que padecía parálisis cerebral. No lo supieron en el momento del nacimiento pero la causa fue falta de oxígeno durante el parto. Ante el mensaje de “tu hijo se va a quedar así”, los padres de Juan Manuel decidieron luchar y esforzarse para sacar el máximo partido de esa crítica situación, decidieron invertir en el futuro de su hijo a través de trabajo duro para conseguir el dinero con el que poder financiar las operaciones y rehabilitación del niño. Su madre le cogía en brazos a diario y en transporte público, ya que no tenían coche, llevaba a su hijo a rehabilitación al madrileño hospital infantil de San Rafael desde Pan Bendito, el barrio en el que vivían, pasase lo que pasase.

Esos padres tomaron una decisión: la de creer en la posibilidad de que su hijo podía convertirse en una persona con autonomía. Esto es lo que les movía a no levantarle del suelo cuando caía para que aprendiese a hacerlo por sí mismo, a pesar del dolor de ver al niño en esa situación y de la presión de los vecinos para que corriesen a auxiliarle. Pensaban en su beneficio a largo plazo, por muy doloroso que fuese no tenderle una mano en ese momento. El propio Juan Manuel, en el discurso al recoger el Goya como “Mejor Actor Revelación” por su interpretación en la película “El truco del manco” decía: “Se lo dedico a mis padres por haberme hecho tan fuerte, por haberme puesto el Nesquik y la leche siempre arriba del todo para que yo me esforzara”. Sus padres confiaron en las posibilidades de su hijo y el tiempo les dio la razón. Juan Manuel fue capaz de ir solo al instituto todos los días sin ayuda de nadie con la seguridad de que si se caía, era capaz de levantarse por sí solo. Odiaba la condescendecia y compasión con que algunas personas reaccionaban cuando se caía. El típico “¡Pobrecito! ¡Pero cómo sales solo!”. A lo que él respondía internamente con un: “¡El día de mañana os vais a enterar!”.  La historia de “El Langui”, es como la de otras muchas personas, una muestra de la ventaja que podemos sacar al “efecto Pigmalión” o teoría de la “profecía autocumplida” de la que os hablo a continuación.

La primera vez que escuché hablar del “Efecto Pigmalión” era estudiante de Psicología y recuerdo que esta teoría tuvo un enorme impacto en mi forma de pensar respecto a la influencia que podemos ejercer sobre los demás.

El nombre de este principio tiene su origen en la leyenda de Pigmalión, apasionado escultor que vivió en la isla de Creta. Pigmalión modeló una estatua de marfil inspirándose en la bella Galatea. La belleza de esta obra era tal que el propio autor se enamoró perdidamente de ella y rogó a los dioses para que la escultura cobrase vida y, de esta manera, amarla como a una mujer real. Venus decidió complacerle y dio vida a la estatua, que se convirtió en la deseada amante y compañera de Pigmalión.

Las expectativas de Pigmalión se cumplieron al igual que las expectativas de un grupo de profesores con los que los doctores en Psicología Rosenthal  y Jacobson hicieron un experimento en el año 1968. El estudio consistió en informar a un grupo de profesores de primaria de que a sus alumnos se les había administrado un test que evaluaba sus capacidades intelectuales. Los investigadores les indicaron cuáles eran los niños que mejores resultados habían obtenido en el test y que, por tanto, su evolución en el curso sería mejor que la del resto de sus compañeros. Ocho meses después se confirmó que el rendimiento de estos chicos fue superior al del resto. Lo más sorprendente de la investigación fue que, en realidad, jamás se realizó tal test al inicio de curso y los supuestos alumnos brillantes fueron un 20% de niños elegidos al azar. ¿Qué había pasado entonces? Sucedió que los profesores habían actuado como si esos niños tuviesen capacidades superiores y en realidad fuesen a obtener mejores resultados. De manera inconsciente, habían actuado a favor del cumplimiento de la expectativa que los investigadores les habían transmitido.

Esto demuestra de nuevo el gran poder que las creencias pueden tener. Las creencias que tenemos sobre los demás, como las que tuvieron los padres de “El Langui” para que se hiciese un hombre fuerte y autónomo. Lo importante al conocer este efecto no es otro que lo utilicemos a nuestro favor y no en nuestra contra. La “profecía autocumplida” puede ser un arma de doble filo. Podemos tanto recibir mensajes de “tú puedes” como mensajes de “tú no puedes” en edades en las que con falta de criterio simplemente “compras” aquello que tu entorno te dice a diario. Puede que no hayamos tenido a nuestro alrededor alguien que albergase las creencias necesarias para que nosotros fuésemos personas seguras y confiadas y que, de alguna manera, haya afectado a nuestros resultados. Lo ideal hubiese sido lo contrario, pero esto tampoco justifica que nos mantengamos hoy en día en una actitud de negatividad y condescendencia con nosotros mismos.  Si las creencias que albergas en este momento están limitando tu crecimiento y la posibilidad de convertirte en lo que realmente quieres ser, es momento de empezar a transformarlas por otras que lo hagan.

Juan Manuel Montilla recogiendo el Goya a «Mejor actor revelación»

En otras ocasiones os he hablado en el blog del poder de las creencias. Como Coach y Practitioner de PNL (Programación Neurolingüística) una de mis labores principales es precisamente ayudar a los clientes a librarse de las creencias que les impiden ser libres y adoptar aquellas que expanden su mundo. La PNL centra una parte importante de su trabajo en las creencias, son ellas las que favorecen o dificultan la transformación, el cambio. Lo que crees determina cómo actúas. Cómo actúas determina los resultados que obtienes y esos resultados a su vez, determinan tus creencias. Es un ciclo: creencias, acciones, resultados, creencias. Si una persona cree que es capaz de tener éxito, eso le llevará a actuar de manera que tenga más probabilidades de tenerlo. Cuando tus acciones te conducen a la insatisfacción, a un tipo de vida que no quieres vivir, es hora de cuestionarte tus creencias, lo que te estás diciendo para seguir en esa situación.

Cuestiona las creencias que tienes respecto a ti y las que tienes respecto a los demás, sobre todo si tienes la responsabilidad de contribuir a la educación de otras personas. Pon atención a lo que crees y a lo que les transmites porque puede que la profecía que estés albergando respecto a ellos se autocumpla.

Cierro la entrada con las palabras que escribe “El Langui” en el Chester al finalizar la entrevista con Mejide:

“ Alegría, esfuerzo, detalles, ilusión. Sigue esforzándote y luchando ya que nos sentiremos Excepción” ( “La Excepción” es el nombre de su grupo de rap)

Adjunto un vídeo de “EL Club de la Comedia” donde podéis conocer un poco más al personaje y, sobre todo, el sentido del humor con el que vive su situación.

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